miércoles, 31 de julio de 2013

Las Mujeres Perfectas

Las mujeres perfectas no existen, y todos lo sabemos.
Y quien no lo sepa, ya es hora de que se entere:

LAS MUJERES PERFECTAS NO EXISTEN.

Los hombres tampoco, claro.

Pero sí hay prototipos que se acercan mucho a nuestros ideales. Y lo digo en plural porque sería imposible que una sola mujer fuese la ideal para todo el mundo.
Hay quien las prefiere rubias -como Marilyn-
Hay quien las prefiere morenas -como Sofia Loren-
Hay quien las prefiere pelirrojas -como Rita Hayworth-
Pero incluso en esto, hay disparidad de criterios, porque hay quien las prefiere menos exuberantes, y más tímidas, más recatadas.
¡Somos un mundo! Y es bueno.

Pero no sé por qué, cuando voy por la calle, o en el autobús, y veo a chicas hipermonas e inmaculadamente peinadas, esas tres palabras se me vienen al instante a la cabeza "Las mujeres perfectas".

Ni un pelo fuera de su sitio.
Es algo que me parece increíble, loable incluso; abrumador y terrorífico.
No hablo de que tengan una melena de ensueño, que suele ser habitual, sino de que el peso, y el paso, de la vida no cae de manera alguna sobre sus cabezas.
Y no lo entiendo.

Yo me levanto, despeinada.
Me ducho y tengo que emplear toda mi paciencia para deshacer los nudos que me enredan los pensamientos.
Me visto, voy andando a rehabilitación, hago lo que me mandan, me tumbo en una camilla, termino mis cosas, cojo el metro (todo esto, bolso para arriba y bolso para abajo, de vez en cuando metiendo y sacando la cabeza de algún collar, de algún pañuelo, con algún cambio de vestuario...), me voy a trabajar.
Paso horas moviéndome y horas sentada, termino de trabajar y me voy a casa.
Es frecuente que tenga que echar alguna carrera hasta el autobús, o que me baje antes y camine un rato.
Hago cosas en casa: lavadoras, fregar, tender, recoger... paso calor, me recojo el pelo.
Así todos los días.
No tengo tiempo, ni ganas, de cepillarme el pelo cien veces como hacía Escarlata.
Ni tengo una esclava que me lo haga.
Y supongo que soy la pesadilla de mi peluquero, porque aunque me llevo muy bien con él y le quiero más de lo que se imagina (amo profundamente a todo aquel que me diga cosas bonitas y me haga caso cuando le pido que SÓLO ME CORTE LAS PUNTAS), busco ser práctica en determinados aspectos; esto es: estoy más despierta de noche que de día, por lo que me cuesta mucho levantarme por las mañanas.
Prefiero dormir 15 o 20 minutos más a secarme el pelo y peinármelo.
Lo que se traduce en: "Arturo, por favor, un corte que no cueste mucho mantener, ni peinar". Y el pobre, que es un santo, hace lo que puede conmigo.

Y claro, con estas premisas, no se puede ser una de Las Mujeres Perfectas.
Y no quiero serlo, pero me extraña que cualquier mujer, mínimamente normal, pueda tener tan en orden algo que depende de factores tan aleatorios o tan primarios como la Madre Naturaleza.
Porque esa es otra. Yo creo que la Madre Naturaleza es tía porque si fuese hombre, las mujeres le íbamos a forrar a hostias.
Calor, viento, lluvia... ¡Agentes externos contra el peinado perfecto!
Tú y yo lo pensamos, con nuestras melenas más o menos cuidadas, y decimos "hombre, ni que a la primera de cambio fueses a ponerte como Mónica en Barbados..."
¡¡Claro, tú o yo no... porque tenemos un pelo normal... pero ellas... ELLAS...!! ¡Sabe Dios lo que tendrán que hacer para conseguir esa obra de arte, porque por muy superficial que pueda parecer el asunto, mérito tiene un rato!

Y está bien darle vueltas a algo tan absurdo como lo perfecto que alguien tiene el pelo, porque acabas repensando que no eres una de ellas.
Siempre lo he sabido... y me gusta.
En el fondo disfruto enredándome el pelo, despeinada... Y menos mal, porque no sé ser de otra manera.
Pero también, acabo dándome cuenta de que no es malo no llevar un pelo fuera de donde le corresponde. Quien disfrute peinándose cien veces, que lo haga, ¿por qué no? Eso sí, sin esclavizar a nadie, por favor...
A lo mejor Las Mujeres Perfectas ordenan su vida a golpe de mascarilla, sérum y secador de iones... Lo único inmutable en este mundo de cambio.
A lo mejor Las Mujeres Perfectas sueñan con coletas o moños en lo alto de la cabeza un caluroso 31 de julio...

O a lo mejor me está mirando y piensa: "yo no podría llevar esos pelos"... pero francamente, querida, me importa un bledo.


miércoles, 10 de julio de 2013

Mi primera amiga


Me gustan los 10 de julio.
Y le gustarán por muchos motivos, a muchas personas, pero a mi me gustan por una sóla razón: es el aniversario del nacimiento de una persona increíble.

Si me preguntasen cómo es Ana, sólo se me ocurrirían cosas buenas que decir. Y si lo pensase un poco más, seguirían viniéndoseme a la mente más y más cosas buenas. Nada malo, porque, aunque seguro que tiene defectos... tiene tantas virtudes que aquellos pasan inadvertidos.

Ana, para mí, es un conflicto; porque soy incapaz de discernir si es más inteligente o divertida.
Es muy, muy lista... pero también es una de las personas con las que más me río, y más a gusto lo hago.
Si tengo que elegir, creo que elijo lo de divertida. Sí, porque no concibo el humor sin la inteligencia.

Así pues, Ana es divertida e inteligente a partes iguales, es fuerte, independiente, es trabajadora, es encantadora, es empática, sensible y bondadosa y tiene un poco de cada una de sus amigas y muchas cosas con las que nosotras soñamos.

Físicamente es guapa, mucho. Y alta. Tiene el pelo moreno y brillante y la piel clara. Tiene unos ojos preciosos, más verdes que marrones. No es que los tenga entre un color y otro, es que los tiene ambos. En su mayoría son verde oscuro, pero también tienen algo de marrón.
Tiene la cara redondeada y las facciones dulces.
Es delgada y proporcionada, de piernas largas y manos de pianista o... cirujana. Ah, sí, es médico.

A sus 28 primaveras puede asegurar sin miedo a equivocarse que tiene mi admiración desde hace muchos años. Es de esas personas a las que miras y sientes que puede hacer a la perfección cualquier cosa que se proponga.
Tiene capacidades de sobra. Y sensibilidad.
Una combinación perfecta.

Así que si recapitulamos, tengo una amiga que es física e intelectualmente un espectáculo, con una prometedora carrera e infinidad de cosas que ofrecer al mundo...
Sí, soy una persona muy afortunada.

Tuve la suerte de que hace muchos, muchos años el destino nos pusiese a las dos en ese patio de colegio una mañana de septiembre.
Tuve suerte de que esa niña con el abrigo azul de casitas se acercase a hablar conmigo.
Tengo suerte de haber conservado a mi primera amiga. A la primera niña que conocí el primer día de colegio.
Tengo suerte de que el destino haya querido que hayamos vivido en la misma calle durante 26 años.

Y tengo suerte de poder felicitar hoy a alguien que ha sido y sigue siendo fundamental en mi vida.

Alguien que ha compartido momentos maravillosos a mi lado y me ha sacado una sonrisa en los más difíciles... porque sabe escuchar cuando lo que necesitas es vaciarte, te aconseja cuando necesitas orientación, te ayuda a desahogarte...
Es todo lo bueno que se puede decir de alguien: una gran amiga y una gran persona.

Con ella tengo algo que valoro por encima de todas las cosas, porque es mágico... una COMPLICIDAD infinita.

Así que, a pesar de que con estas líneas pretenda felicitarte... La realidad es que para felicidad, la mía, por tenerte en mi vida desde hace tanto tiempo.