lunes, 9 de abril de 2012
Zarandeo a mis yoes
Llevo mucho tiempo dándole vueltas y estoy harta.
Estoy harta de que nos valoremos tan poco.
Ya lo he dicho varias veces, pero chicas, es que la cosa no mejora.
Pongo todos los ejemplos en mis carnes porque tengo de sobra y porque aunque os regañe, os entiendo a la perfección. Conozco más de una cabeza por cada caso. Os pasa a todas. Nos pasa a todas.
Caso número 1: Estoy soltera. No tengo pareja, no tengo novio ni que rendirle cuentas más que a mi cabeza o a mi corazón, que el pobre está un poquito maltrecho. Vendado y late con muletas.
(A continuación presentaremos a la MUJER TIPO, que es lo flagrante de la situación...): Soy atractiva, inteligente, tengo trabajo, una vida social más que aceptable pero... me he creído el cuento que un imbécil con novia me ha contado. Y pienso que va a dejarla por mi; que si se ha acostado conmigo es porque le resulto irresistible y que, al fin y al cabo, eso quiere decir que tenemos que estar juntos; que se dará cuenta de su error más tarde o más temprano...
Y por desgracia, las cosas no funcionan así, reina, él es un cabrón que lo que quería era echarte un polvo. Porque un hombre de verdad, si está con una mujer, y se enamora de otra... deja a la primera.
Esto es válido también a la inversa o en parejas del mismo género.
Es cierto que las cosas no son tan sencillas. Que nada suele ser blanco o negro... pero hay veces que es nuclear y azabache, nenas.
Caso número 2: Estoy enamorada de alguien, ese alguien se supone que también lo está de mi, pero necesita aire... Y tenemos nuestros ratitos juntos, que son maravillosos, y cada uno tiene sus ratitos por separado, en los que yo sólo quiero olvidarme de que las manos que me tocan no son las suyas y de que los labios que le besan no son los míos...
Y yo pienso que cuando te enamoras, no necesitas más aire que el que sale de los pulmones del otro, pero intento no pensarlo suspirando en otras bocas que no me alivian, que no calman mi sed, que no cumplen su cometido porque yo sólo quiero estar con él y que él sólo quiera estar conmigo.
Caso número 3: Estoy saliendo con una persona que no sé si es la adecuada para mí.
Le quiero mucho, disfruto a su lado, estoy muy a gusto... pero no sé si necesito algo más.
No sé si el paso de los años te da un amor más sosegado, más tranquilo, más apacible; no sé si es eso o es él. No sé si sigo buscando el amor de los quince años que hacía que te revoloteasen mariposas por el estómago, que enloquecieses...
No sé si a mi edad se puede sentir todavía un vuelco en el estómago al ver a la persona a la que amas.
Y a veces pienso en un novio que tuve, con el que todo era locura y atracción y mariposas no, libélulas, y pájaros, y emoción y tensión... y pienso cómo serían las cosas con él ahora.
Igual que había cosas buenas, había cosas malas, que, casualmente, con mi pareja actual, son estupendas... por eso no puedo evitar preguntarme ¿es mejor una relación de dos intensa y vibrante o una vida feliz y estable?
Caso número 4: Hace mucho tiempo estuve saliendo con el que creo es el hombre de mi vida.
Ya no estamos juntos y ambos hemos rehecho nuestras vidas, pero eso no cambia el que los dos sepamos que él está hecho para mí y yo para él. Ni nuestras vidas, ni nuestras familias... sólo él y yo.
Si nos trasladásemos a miles de kilómetros de nuestras casas, seríamos la pareja más feliz del mundo.
El caso es que una vez reconstruídas nuestras vidas, el fingió olvidarme, yo me lo creí, e hice lo propio, pero de repente irrumpió en mi vida de nuevo... demostrándome que jamás había dejado de seguirme... para desaparecer más tarde. Antes de que se fuese sólo le pedí una cosa: una respuesta, y ¿qué me contestó?
El silencio.
Yo recordé lo que ya le dije una vez: "si no vas a volver, convénceme de que nunca estuviste".
No quiero esperar más.
Sé que ya no va a contestar aunque me siga vigilando.
Lo más triste es que, aunque me duela, a veces sueño una respuesta. Y me imagino apareciendo en la puerta de su casa, mirándole a los ojos y obteniéndola, por fin, de su propia voz.
.
.
.
¡Y ya está bien!
Grito y zarandeo a mis cuatro yoes...
A mi yo que cree todavía en cuentos le digo lo mismo que a mi yo que tiene una paciencia aérea infinita: ¡¡vales mucho!! ¡vales tanto que no puedes derramar ni una lágrima por alguien que no bebe los vientos por ti! Si tratas a la persona a la que quieres como un rey... tú también debes sentirte reina, no una cortesana más.
A mi yo que quiere vivir el amor maduro con la intensidad de la primera vez le sugiero que anime su relación actual; además, ahora es todo mejor, más experiencia, más seguridad, más conocimiento, más entendimiento... Y ¿quién dice que la estabilidad no puede ser emocionante? Si él es reposado... ¡Dale candela! Como dice la canción, "todo arde si le aplicas la chispa adecuada..."
A mi yo que creyó olvidar para recordar ahora con más fuerza le pregunto: ¿por qué volvió para irse? ¿era tan difícil tu pregunta?
¿Y si no quiere contestar porque él también sabe que estáis hechos el uno para el otro?
O... ¿y si eso sólo lo crees tú y él ahora es feliz, tiene mujer, un crío y tres o cuatro perros y estás a punto de joderle la vida? Asume que si le importaras, algo sabrías ya. Da igual si te sigue, si sabe de ti, si pregunta... Es fácil esconderse en el "es mejor que me odie", "bastante daño he hecho ya", "no quiero complicarte la vida"... Excusas.
Si tan importante hubieses sido en su vida, te llamaría, te escribiría un email, una carta, te mandaría una paloma mensajera, un telegrama...
Las posibilidades son infinitas, las oportunidades no siempre deberían serlo.
Como en el fondo soy una romántica, ésta es la última: si en una semana, a lo sumo diez días, no recibes una carta... Colorín colorado, esta historia se ha acabado.
Tenemos que darnos cuenta de que, a veces, nosotras somos nuestras peores enemigas, consintiéndonoslo todo, o mejor, consintiéndoselo todo nos olvidamos de que las que sufrimos, de que a las que dañamos... es a nosotras mismas.
No digo que ahora tengamos que ir con el látigo en ristre siendo unas auténticas hijas de puta... sólo digo que tenemos que cuidarnos más, que querernos más; que nos merecemos cosas buenas y no sufrir por cuatro retardados que no nos dedican ni la décima parte de los pensamientos que nuestras cabezas gastan en ellos.
Sed fieles a vuestros sentimientos, sed fieles a vosotras mismas, mimaos, quereos, cuidaos, consentíos... pero no os hagáis daño, por favor.
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Muy bueno, Carlis... Alguna vez me vi en una situación de éstas, pero al final supe sacar mi amor propio y mandarle a paseo... que antes yo que un cuento que nunca fue real. Y ahora, más feliz que una perdiz, ¡jeje!
ResponderEliminarComo debe ser Sandra... que ya nos contaron muchos cuentos... y nosotras, precisamente nosotras, somos protagonistas de auténticas historias...!!!
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